julio 13, 2009

Baja tensión

Adolfo volvió de trabajar ese día muy cansado, cuando entro al departamento su gato salto del sillón reclamándole comida, por lo cual le dio un pedazo de hígado. Se sentó en un sillón lleno de pelos de su mascota, el también tenia hambre pero no le respondían las piernas, luego de un rato decidió calentarse fideos del día anterior que estaban todos pegados.
Comió mirando la televisión, cambiaba y cambiaba de canal pero no encontraba nada que le gustara, por lo que miro el noticiero aunque no le gustaba hacerlo ya que decía que era mejor no verlo para no enterarse de las cosas horribles que pasaban en el mundo, pero en realidad era porque no le importaba nada.
Un camión había chocado tres autos en la general paz.
- Menos mal que no tengo auto – dijo él riendo.
En la villa 31 había habido un incendio premeditado, muchas familias habían sido desalojadas.
- ¿y que esperaban esos? –Adolfo golpeo la mesa con el puño cerrado, varios fideos salieron volando de su boca- con esas casas de cartón que tienen, y en ves de salir a buscar trabajo salen a juntar cartones para dar lastima, roñosos.
Se fue a acostar después de cenar, su pieza era muy pequeña, la cama de dos plazas le ocupaba mucho espacio, a veces pensaba que debía cambiarla por una más chica, ya que casi no recordaba una mujer acostada a su lado.
Se despertó muy temprano para ducharse, cuando entro al baño el gato estaba acostado en el felpudo, le dio unos empujoncitos en el lomo pero el gato estaba decidido a quedarse acostado, entonces lo agarro de la nuca y lo tiro para afuera.
En el trabajo lo mismo de siempre, sentado en un cubículo de dos por dos bajo una luz mortecina, carraspear, poner voz amistosa y llamar a las casas ofreciendo tarjetas de crédito.
Casi ni una venta ese día, volvió a su casa cansado, le dio hígado al gato y como todavía le quedaban fideos se los calentó. Comió mirando Rápido y furioso, esa película le encantaba, el gato se quedo hipnotizado frente al televisor, pero como las imágenes eran muy rápidas, se dedico a jugar con la esponja para lavar los platos y lleno la cocina de pedacitos amarillos por todos lados. Cuando Adolfo vio el desastre quiso matarlo, pero luego se le paso, su gato según él, era el único ser vivo que lo quería, pero no era así, al pequeño felino solo le simpatizaba su amo cuando éste le daba de comer.
Cuando se fue a acostar decidió sacar la mesita de luz que estaba entra la pared y la cama y mover esta ultima contra la pared, así tendría mas espacio. Pero al sacar la mesita de luz descubrió una tela de araña en el ángulo de la pared, le dio asco darse cuenta de que había dormido tanto tiempo con una araña a su lado, la cual era negra, grande y lo miraba desde el centro de su tela, Adolfo fue a buscar un insecticida, pero al volver la araña había desaparecido, se fijo por todos lados pero no la encontró. Con repulsión rompió la tela. Luego de lavarse las manos decidió dormir en el living esa noche, temía que la araña quisiera vengarse de el por haberle destruido su tela.
El gato dormía placidamente en el sillón grande, resolvió dormir sentado en el sillón de un solo cuerpo.
Al otro día la misma rutina de siempre, pero mas cansado que nunca. A la noche se pidió una pizza por teléfono y la comió viendo una comedia de policías, luego le gano a su gato y durmió en el sillón de tres cuerpos.
Se despertó tarde, era domingo, por lo general salía a pasear solo si hacia buen tiempo. No tenía amigos, no salía con mujeres, era hijo único y casi nunca veía a su madre. Se despertó sobresaltado porque algo le había tocado la pierna, el gato, pero en un segundo de confusión había pensado en la araña, la araña, se acordó de ella, pero no le importo y salio a caminar.
En la calle no había mucha gente, se compro un alfajor en un kiosco y hablo alegremente con un policía de esos que trabajan en la calle.
Volvió a su casa cansado y se puso a ver la tele, siempre lo mismo, ya que no le gustaba leer ni escuchar música y no hacia ninguna actividad. Su vida transcurría entre el trabajo y su casa, mintiéndose pensaba que así estaba bien.
-¿Qué hora es? Ah las siete- a veces hablaba en voz alta para no sentirse tan solo
Acaricio al gato intentando despertarlo ya que dormía en un sillón, pero este siguió durmiendo.
- Me tendría que haber comprado un perro, por lo menos me ladraría-
Se paso el resto de la noche pensando que al otro día empezaba la semana y lo mismo de siempre. Amaba los domingos, pero a la vez los odiaba.
Lunes, despertarse, desayunar, darle de comer al gato e ir a trabajar ¿Qué esperaban? No podía pasar algo diferente en la vida de Adolfo, nunca iba a pasar, porque siempre había sido una vida rutinaria, cuando era chico iba a la primaria en la que no tenia muchos amigos, volvía a su casa y su madre le hacia de comer, luego la tarea y después jugaba con sus autitos de madera.
En la secundaria tenia un amigo que en realidad no era su amigo, solo andaban juntos para no estar solos. En su vida solo se enamoro una vez, pero nunca la pudo tener.
Volvió a su casa pateando, se había cortado la luz, se sentó cansado en el sillón, había tenido que subir 6 pisos por escalera.
El gato salio de su pieza, lo miro sobresaltado al ver que su amo lo miraba, salio corriendo y se paro frente a su plato a maullar reclamándole comida.
-Como me gustaría ser un gato, te dan de comer, te acarician, haces nada todo el día-
El gato comió saludablemente mientras que Adolfo comió las sobras de la pizza del día anterior. Con miedo y mucha precaución se fue a dormir a su cuarto.
Martes, todavía no había vuelto la electricidad. Cuando bajo para ir a trabajar se cruzo con algunos vecinos que se habían encontrado y hablaban sobre el corte de luz, paso por al lado de ellos, les dijo buen día y siguió caminando.
Esa noche seguía el corte de luz, prendió algunas velas y ceno con el gato durmiendo en su regazo que estaba más cariñoso que nunca.
Adolfo se durmió muy rápidamente en su cuarto. Al otro día no fue a trabajar, ni tampoco al día siguiente, paso una semana sin ir al trabajo. El teléfono había sonado varias veces pero no había contestado. El encargado del edificio había tocado el timbre en diferentes oportunidades, pero tampoco había recibido una respuesta.
Una vecina del mismo piso que nuestro protagonista decidió llamar a la policía, ya que por la puerta del departamento de Adolfo salía un olor extraño.
Cuando los policías entraron vieron al gato durmiendo sobre el sillón, que al escuchar tanto ruido se paseaba curiosamente entre la gente. La luz había vuelto y se veía en casi todos los ángulos de las paredes telas de araña muy grandes. El olor entraba por las narices y les penetraba hasta los huesos.
Revisaron todo, la cocina, el baño, hasta llegar al dormitorio, casi no se podía pasar, la tela de araña cubría desde el piso hasta el techo, sobre la cama se distinguía un cuerpo totalmente cubierto por los finos hilos blancos de la tela, estaba inmóvil, asfixiado, muerto.
El gato fue adoptado por una viejita que vivía en planta baja que tenia un pequeño patio lleno de plantas. El pequeño felino se la pasaba ahí, jugando con cualquier bichito que encontrara.

3 comentarios:

  1. Jaja, qué bueno drugita, re bien el personaje, re fácil de leer y buena historia. Tenemos que hacer una revista :3

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  2. Caramelos en el bolsillo, pegados, babeandote, adheriendose al jean, que críos!

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